Cada vez son más los pediatras que recomiendan la toma de vitamina D entre niños. En este sentido, se proyecta que el mercado global de suplementos de vitamina D crezca a una tasa anual de 7.2% durante el período 2019-2024.

 

Una investigación realizada por el UPMC Children’s Hospital de Pittsburgh, sugiere que la vitamina D es beneficiosa para los corazones de los niños. Asimismo, las personas con sobrepeso y obesidad también tienen un mayor riesgo de deficiencia de vitamina D, derivando en ocasiones en diabetes o enfermedades cardíacas.

 

Por lo tanto, se llegó a la conclusión de que los niños con sobrepeso y obesidad que tenían deficiencia de vitamina D mejoraban la salud cardiovascular después de tomar una dosis relativamente alta de vitamina D todos los días durante seis meses. La presión arterial más baja y la sensibilidad a la insulina mejorada dieron como resultado que los niños tomaran una dosis más alta en comparación con sus compañeros.

 

Detalles del estudio

 

Investigadores del UPMC Children’s Hospital de Pittsburgh realizaron un ensayo clínico con personas sanas, pero deficientes en vitamina D. Los participantes eran niños y adolescentes de entre 10 y 18 años con sobrepeso u obesidad. De los 225 niños inscritos en el estudio, 211 eran negros. Esto se debe a que las personas con la piel más oscura tienen más probabilidades de tener deficiencia de vitamina D, ya que tienen más pigmento de melanina en la piel. Este actúa como un protector solar natural e inhibe la producción de esta vitamina.

 

Los niños fueron divididos en tres grupos y recibieron diferentes cantidades de vitamina D. El primer grupo recibió una tableta de 600 UI al día, la cantidad diaria recomendada actualmente. Los otros dos grupos recibieron diariamente una tableta de 1000 UI o 2000 UI, muy por debajo de los 4000 UI, cantidad considerada segura para niños en este rango de edad.

 

Resultados

 

Una vez transcurridos los seis meses, los niños que recibieron el suplemento diario de vitamina D de 2000 UI tuvieron un nivel reducido de glucosa en sangre en ayunas y una sensibilidad a la insulina mejorada. Esto reduce el riesgo de diabetes y mejora la salud del corazón. Por otra parte, los niños que recibieron 1000 UI de vitamina D diarios mostraron una presión arterial más baja.

 

“Las recomendaciones actuales para tomar vitamina D están vinculadas a una salud ósea óptima”, apuntó el autor principal Kumaravel Rajakumar, profesor de pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. “No obstante, sabemos que la vitamina D está involucrada en algo más que en la construcción de huesos sanos. Por ejemplo, puede activar y desactivar los genes que dirigen a nuestras células a regular los niveles de glucosa en sangre y la función inmune y vascular”.

 

Los análisis de sangre indicaron que cuanto mayor es la ingesta diaria de vitamina D, mayor fue la mejora en la concentración de este nutriente en la sangre. Cuando finalizó el ensayo, ninguno de los grupos se consideró deficiente en vitamina D.

 

En otro orden de cosas, un estudio de 2019 publicado en la revista Hypertension de la American Heart Association descubrió que los niños nacidos con bajos niveles de vitamina D tenían un riesgo mayor (aproximadamente el 60%) de presión arterial sistólica elevada entre los 6 y los 18 años. El estudio también encontró que los niños con niveles bajos de vitamina D hasta la primera infancia corrían el riesgo de sufrir presión arterial sistólica elevada entre los 3 y los 18 años.

 

La vitamina D sola puede no ser suficiente

 

Sin embargo, el estudio no mostró mejoras en otros marcadores de salud metabólicos y cardiovasculares. Esto significa que la suplementación con vitamina D por sí sola puede no ser la cura para mejorar la salud cardíaca de los niños con mayor riesgo de diabetes y enfermedades cardíacas.

 

Referencias

Rajakumar K, Moore CG, Khalid AT, et al. Effect of vitamin D3 supplementation on vascular and metabolic health of vitamin D-deficient overweight and obese children: a randomized clinical trial. Am J Clin Nutr. 2020;111(4):757‐768.